DESCRIBIENDO PSICOLÓGICAMENTE UNA VOCACIÓN
No daré una definición sino trazaré una descripción discutible pero quizá no inútil. Hablo de una vocación nacida tranquilamente como una perla que se forma poco a poco, con tiempo, sin ruidos ni empujones bruscos, y no de aquellas instantáneas o violentas que caen como una cascada.
Vamos paso a paso:
1) El alma empieza a sentir un sentimiento indefinido de una como felicidad desconocida. Ella misma no sabe lo que siente, pero no obstante ve que no está hecha para pegarse a la tierra, comprende que hay otras felicidades muy superiores a aquellas mezquindades tras las cuales corren ávidamente tantas almas.
Todo lo que le rodea le parece pequeño, insignificante, ni siquiera lo piensa, porque sabe que es capaz de gozos más intensos y de felicidades más embriagadoras pero también más puras.
2) Al mismo tiempo le rodea otro sentimiento, y es el de no querer ser una persona vulgar, “uno más” que pierde el tiempo, sino que quiere sobresalir, quiere hacer sentir su personalidad, distinguirse en algo, separarse del común de los hombres para vivir una vida más noble y para hacer algo grande.
“Hacer bien; repartir felicidad”; es el ideal acariciado en los momentos de soledad y de calma: vivir una vida que valga la pena vivirla.
3) Mientras tanto esos pensamientos y sentimientos, que podrían ser iguales a los de cualquier ambicioso o presuntuoso, empiezan a unirse con el pensamiento del mártir, del misionero, del santo.
Y he aquí a nuestro joven que se siente soldado de Cristo, que quiere militar bajo la bandera del Gran Capitán; para él las cosas grandes no son la caducidad de la tierra, a la cual ya desprecia, sino las cosas eternas, las gestas de los Santos. Eso le entusiasma y alguna vez se sorprende representándose como un mártir que confiesa con valor su fe, o un héroe que defiende a un inocente o que salva perdonando.
4) Pero no para en la imaginación. En este momento comprende que ha de hacer oración, que debe rogar más que los otros, que ha de entregarse a una vida cristiana no común. Piensa con gusto en las cosas del cielo, tiene hambre de la palabra de Dios, quiere ser familiar con los sacerdotes, asistir a las funciones religiosas y a todas las otras cosas de la Iglesia.
5) Al mismo tiempo se va posesionando de él un acentuado sentido de desprecio de todo lo que le habla de mundo. Las riquezas y los honores son para él cosas vacías y sin sentido. No encuentran sitio en su corazón. Y en cambio crece el estado de “búsqueda”. El joven desea encontrar “algo” que él mismo no sabe lo que es, su alma busca (como el joven del Evangelio) y está sumergida en un estado de continua ansiedad.
Hablad a este joven del ideal religioso y sacerdotal y el noventa y nueve por ciento dirá en su corazón: “¡Exactamente es eso lo que yo buscaba! ¡Eso es lo que me conviene!”
Veamos la carta de un joven que se encontraba en esta situación psicológica y que en un retiro, por una palabra dicha sin intención, encontró lo que tanto tiempo hacía que buscaba.
“Queridísimo Padre, las bellísimas palabras pronunciadas por usted en el día de retiro viven aún en mí. La vocación de ser misionero y el amor hacia el Niño Jesús crecen cada día más en mí. Ruego muchísimo para que el Señor me haga la gracia de ser misionero. Tengo grande confianza en el Sagrado Corazón de Jesús porque Él ha dicho: “Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”.
“Padre, estoy seguro que Dios escuchará mi oración y que me hará la gracia de ser misionero para poder ser más puro, amar más al Sagrado Corazón de Jesús y predicar su santo nombre en tierras paganas”.
La mayoría de las veces estas vocaciones nacidas de esta manera van acompañadas de períodos llenos de afecto y de entusiasmo, llenos de eso que nosotros solemos llamar consolación espiritual. Estos jóvenes sienten la vocación y ven que la tienen sin necesidad de muchos razonamientos. Sin embargo, no podemos afirmar que el joven movido por estos sentimientos está cierto de tener vocación. Todavía estamos a los principios y tal vez remotos. Aún falta mucho por andar.
Antes de dar un juicio exacto y concreto es preciso que se manifiesten en el joven algunas señales más objetivas y sólidas que revelen un alma capaz de ser llamada a esa misión tan noble.