
Mensaje del P. Geovanny Arbeláez, misionero en Rusia

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
Por gracia de Dios yo he tenido una abuela, una madre y una hermana que han rezado incansablemente por las vocaciones.
Los obscuros recuerdos que tengo sobre mi abuela, quien participaba diariamente a la Santa Misa, me recuerdan el deseo ardiente que tenía de que a alguno de sus hijos, Dios le concediera la gracia de la Vocación.
Recuerdo a mi madre, que me hablaba y me trasmitía el valor y la gran dignidad del Sacerdocio. Dignidad que defendía con ardor de los imprudentes ataques de sus amigas y vecinas. Esta Madre que amaba el Sacerdocio, sin duda en los más profundo de sus oraciones deseaba que alguno de sus hijos, Dios le concediera la gracia de la vocación. Recuerdo como si fuera hoy el día que le dije que Dios me llamaba al Sacerdocio misionero, lloraba incansablemente, – yo le dije, Mama pero por qué lloras, siempre me hablaste de la gran dignidad del Sacerdocio. Ella me respondió, no recuerdo exactamente las palabras, pero la idea era más o menos esta: – si lo sé, pero tengo sentimientos encontrados, lloro de tristeza por que te alejarás de nosotros, y también de alegría por tu llamado. Además, hasta el día de hoy, siempre que hablo con ella le pregunto cómo esta, me responde: – con muchos dolores pero los ofrezco todos por Ustedes y por la conversión de los pecadores.
Y sin duda, mi Hermana religiosa quien hizo rezar a toda una congregación pidiendo por la vocación al Sacerdocio y al Instituto de su hermano.
Es por eso que en primera persona conozco el poder de la oración por las vocaciones, su desarrollo y su perseverancia. Y agradezco a Dios y a cada una de ustedes por cada una de vuestras oraciones.
En este breve texto quiere presentar algunas reflexiones sobre los fundamentos y las consecuencias de la oración por las vocaciones. Siguiendo de modo principal el pensamiento de San Juan Pablo II, sobre este tema.
1) Lo primero que tenemos que analizar en relación a la oración por las vocaciones es su fundamento:
Decía San Juan Pablo II “Resulta muy evidente por qué el primer y principal compromiso en favor de las vocaciones no puede ser otro que la oración: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 37-38; cf. Lc 10, 2). y afirmaba el Santo Padre, “La oración por las vocaciones no es y no puede ser fruto de la resignación, como si pensáramos que ya hemos hecho todo lo posible por las vocaciones, con muy pocos resultados, y que por consiguiente no nos queda más que orar. En efecto, la oración no es una especie de delegación al Señor para que él actúe en vez de nosotros. Por el contrario, significa fiarse de él, ponerse en sus manos, lo cual, a su vez, nos da confianza y nos dispone para realizar las obras de Dios.
Es por eso, que la oración por las vocaciones es ciertamente tarea de toda la comunidad cristiana-.»
El Santo Padre en otro lugar decía: «Es realmente Dios mismo, el «Dueño de la mies», quien elige a sus obreros; su llamada es siempre inmerecida e inesperada. Y, sin embargo, en el misterio de la alianza de Dios con nosotros, estamos llamados a cooperar con su providencia, y a emplear el poderoso instrumento que ha puesto en nuestras manos: la oración. Jesús mismo nos pidió que lo hagamos: «Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38).”
El Santo Padre así exhortaba a rezar a una asociación dedicada a la oración por las vocaciones, que perfectamente puede ser aplicada a cada una de ustedes: “Queridos socios —«, os habéis comprometido de un modo especial a promover las vocaciones. No olvidéis que vuestro compromiso debe ser, ante todo, un compromiso de oración, una oración constante, inquebrantable y llena de confianza. La oración mueve el corazón de Dios. Es la clave poderosa para resolver la cuestión de las vocaciones. Pero, al mismo tiempo, la oración por las vocaciones es también una escuela de vida, como subrayé recientemente: «Al orar por las vocaciones se aprende a mirar con sabiduría evangélica al mundo y a las necesidades de vida y de salvación de todo ser humano; además, se vive la caridad y la compasión de Cristo para con la humanidad » »
2) En segundo lugar, quisiera que analizáramos el desarrollo admirable, que debe producir el compromiso de oración por las Vocaciones. El Santo Padre, presenta tres consecuencias prácticas del ejercicio de la oración por las vocaciones.
En primer lugar: “la oración debe ir acompañada por toda una pastoral que tenga un claro y explícito carácter vocacional. -Esto significa que- desde que nuestros niños y jóvenes comienzan a conocer a Dios y a formarse una conciencia moral hay que ayudarles a descubrir que la vida es vocación y que Dios llama a algunos a seguirlo más íntimamente, en la comunión con él y en la entrega de sí.”
En segundo lugar, “Por eso, -continua el Santo Padre- las familias cristianas tienen una grande e insustituible misión y responsabilidad con respecto a las vocaciones, y es preciso ayudarles a corresponder a ellas de manera consciente y generosa. De modo análogo, la catequesis y toda la pastoral de iniciación cristiana deben ofrecer una primera propuesta vocacional.”
3) Y, por último, cada parroquia y comunidad cristiana, en todos sus componentes y organizaciones, debe sentirse co-responsable de la propuesta y del acompañamiento vocacional.”
En estas consecuencias de la oración por las vocaciones, vemos como el Santo Padre muestra la expansión admirable entre: la relación personal interior y espiritual con Dios por medio de la oración, que a su vez, formará familias fuertes y sanas; donde se aprenderá a vivir según la verdad, en la obediencia a la ley moral, en el ejercicio libre de la búsqueda de la voluntad de Dios, y en el deseo general de buscar seriamente la Santidad; que a su vez, harán parte de comunidades eclesiales orantes, entusiastas y vivas. En estos ambientes y con estas disposiciones interiores y exteriores, educadas y fruto de la oración, la voz del Señor se podrá escuchar con mayor fuerza, con mayor nitidez y con mayor resonancia en la vida de los que Dios ha elegido y por los que se ha rezado. Además proporcionará a los llamados los medios para una total y generosa entrega al servicio de los hermanos.
Así lo expresaba San Juan Pablo II: “Además de promover la oración por las vocaciones, es urgente esforzarse, mediante el anuncio explícito y una catequesis adecuada, por favorecer en los llamados a la vida consagrada la respuesta libre, decidida y generosa, que hace operante la gracia de la vocación.» (Exhortación apostólica postsinodal Vita Consecrata, 64).
Y en el mensaje de San Juan Pablo II al Cardenal Jean-Calude Turcotte decía:
“Sólo una comunidad cristiana más comprometida en el camino de la santidad y más determinada a afirmar el primado de lo sobrenatural y a reconocer en la liturgia «la cumbre y la fuente» de toda obra apostólica será capaz de suscitar el deseo y la alegría de entregarse totalmente al Señor y de cultivar las semillas de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, que Jesús sigue sembrando en el corazón de tantos muchachos y muchachas.”
Además, el Santo Padre, habla de una realidad que admiro de muchas de Ustedes, que es ese deseo ardiente de que muchas más personas se unan a vuestra voz, para implorar a Dios que mande muchas y santas vocaciones. Así lo decía el Santo Padre:
«Además de la oración, la obra de promoción de las vocaciones requiere también un esfuerzo constante, mediante el testimonio personal, para atraer la atención de la gente hacia esta necesidad, de modo que la llamada de Dios sea realmente escuchada y encuentre una respuesta generosa por parte de aquellos a quienes se dirige. Este es el objetivo de vuestros esfuerzos encaminados a difundir una auténtica cultura de vocaciones.».
Para concluir con estas reflexiones quisiera terminar con una exhortación a la oración por las vocaciones del gran Santo Chileno, San Alberto Hurtado:
“Pues, como muy bien dice el P. Doncoeur: «No hemos comprendido aún bastante que Dios pide la colaboración humana para el llamamiento y para la respuesta».
¿Cómo colaborar? La primera colaboración es la que nos enseñó explícitamente el Maestro: Rogad al Señor de la mies, que envíe operarios a la mies, porque la mies es mucha y los operarios pocos. La vocación sacerdotal es obra de Dios, ya que como Nuestro Señor dijo a sus apóstoles: «No me elegisteis vosotros a Mí, sino que yo soy quien os ha elegido a vosotros». Hay, pues, que pedir al Maestro que multiplique sus gracias y dé más y más gracias a los llamados para que se dejen escoger.
Debiera, pues, elevarse sin interrupción en toda nuestra Patria una verdadera cruzada de oraciones públicas y privadas; un verdadero clamor de plegarias en los centros de Acción Católica, en los hogares, en los colegios y en las comunidades religiosas. La oración por las vocaciones debiera rezarle todo cristiano. La primera oración vocacional debería ser el Santo Sacrificio de la Misa, acompañado de nuestro propio sacrificio en unión de la Víctima divina para que su sangre redima más y más almas.
Junto a la oración debe unirse la predicación frecuente de lo que es el sacerdote, su misión, la colaboración de la familia. ¡Cuántos jóvenes podrían ser excelentes sacerdotes si se les abriera el campo de posibilidades y comprendieran que también ellos pueden ser sacerdotes!” .
Por último me queda solo agradecer vuestro titánico trabajo de oración por las vocaciones. Y imploro a Dios y a su Santísima Madre de que cada una de vuestras oraciones se vea fructificada con muchas y santas vocaciones para cada una de vuestras familias.
P. Luis Geovanny Arbeláez Vargas, IVE
Misionero en Rusia
Oración por las almas del Purgatorio

Señor mío Jesucristo,
que no viniste a perder,
sino a librar las almas de los hombres,
de quienes te constituiste remedio y libertad
dando tu vida por su rescate;
humildemente imploramos tu clemencia
y misericordia inefables,
para que te apiades
de todas las almas de los fieles difuntos (especialmente las almas sacerdotales)
que son atormentados en las penas del purgatorio,
a fin de que las que justamente
son por sus pecados afligidas,
sean por tu benignidad perdonadas,
pues las has redimido con tu preciosa sangre,
consigan por los méritos
e intercesión de la Santísima Virgen María
y de todos tus Santos,
que las liberes de las penas que sufren
y las lleves a la gloria,
donde te alaben y gocen
por los siglos de los siglos.
Amén.
San Juan Pablo II: «La Iglesia tiene una inmensa necesidad de sacerdotes»

Del mensaje del Papa San Juan Pablo II para la XXIII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (1986)
Sobre el tema de las vocaciones el Concilio Vaticano II nos ha ofrecido un riquísimo patrimonio doctrinal, espiritual y pastoral. En sintonía con su profunda visión de la Iglesia, afirma solemnemente que el deber de hacer crecer las vocaciones «concierne a toda la comunidad cristiana» (Optatam totius, 2). A veinte años de distancia, la Iglesia se siente llamada a verificar la fidelidad a esta gran idea-madre del Concilio en vistas de un ulterior empeño.
Se ha hecho mucho, pero queda aún muchísimo por hacer.
Así, pues, es mi deseo hacer que la atención del Pueblo de Dios se centre especialmente sobre las tareas específicas de las comunidades parroquiales, de las cuales el Concilio espera, junto con la aportación de la familia, la «máxima contribución» al crecimiento de las vocaciones.
El pensamiento vuela inmediatamente a tantas comunidades parroquiales que los obispos se ven obligados a dejar sin Pastores, tanto, que se hace siempre actual el lamento del Señor: «La mies es mucha, pero los obreros pocos» (Mt 9, 37).
La Iglesia tiene una inmensa necesidad de sacerdotes. Es ésta una de las urgencias más graves que interpelan a las comunidades cristianas. Jesús no quiere una Iglesia sin sacerdotes. Si faltan los sacerdotes, falta Jesús en el mundo, falta su Eucaristía, falta su perdón. Para su propia misión la Iglesia tiene también una inmensa necesidad de abundancia de las otras vocaciones consagradas.
El pueblo cristiano no puede aceptar con pasividad e indiferencia la disminución de las vocaciones. Las vocaciones son el futuro de la Iglesia. Una comunidad pobre en vocaciones empobrece a toda la Iglesia; por el contrario, una comunidad rica en vocaciones es una riqueza para toda la Iglesia.