Boletín julio 2021

FORMACIÓN, ¿Es difícil decidir una vocación?, P.E.BUSUTTIL, S.J.

¿ES DIFÍCIL DECIDIR UNA VOCACIÓN?

La cosa no es tan difícil, aunque no se ha de tomar a la ligera. ¡Dios ciertamente llama! Y su llamamiento requiere que el joven se ponga en un cierto estado de para toda la vida, un estado del cual dependerá todo su porvenir así en este mundo como en el otro. Por tanto, Dios no puede pretender que el joven haga esa elección si no está seguro de lo que hace. Y por eso también le ha de dar una cierta facilidad para conocer su voluntad con seguridad.

Dios suele dar cierta facilidad para ayudarnos a hacer las cosas necesarias y así es fácil el comer, respirar o rezar. Pues escoger bien el estado de nuestra vida es una cosa necesaria para nosotros, para la Iglesia y para las almas, por lo tanto, Dios ha de hacer en cierto modo fácil tal elección.

El P. Lessio dice: “Si alguno llega a la determinación de abrazar la religión y está resuelto a observar las reglas y sus obligaciones, no hay duda que esa resolución, esa vocación, viene de Dios; no importa qué circunstancias la hayan producido”. “No importa cómo empezamos -dice San Francisco de Sales– con tal de que estemos determinados a perseverar y terminar bien”. Y Santo Tomás de Aquino atrevidamente afirma que “no importa de qué fuente venga nuestro propósito de entrar en la religión; éste viene de Dios”; mientras que el P. Suárez concluye que “generalmente el deseo de una vida religiosa viene del Espíritu Santo y como tal lo tenemos que recibir”.

Sin embargo, nunca se le ha de permitir al joven la precipitación. La vocación se examina bien, se pondera, se prueba con calma y constancia, con seriedad y con inteligencia. No se permita que el futuro de un joven se funde sobre un “quizás”.

¿LAS DIVERSAS FORMAS COMO SUELE MANIFESTARSE EL SEÑOR?

1) Directamente: o sea, cuando Dios mismo mediante una visión o con una clarísima inspiración da a entender de modo que no admite ningún género de dudas el camino que debe seguirse. Así hizo Dios con San Pablo llamándole de una manera milagrosa y clarísima en el camino de Damasco.

2) Más frecuentemente, se hace sentir el Señor dando al joven mucha claridad y seguridad proveniente de consolaciones y convicciones que hacen de la vocación una cosa sentida. E1 joven se siente fuertemente atraído hacia la vida religiosa; para él no existe otro ideal, no puede dudar de que aquél es su camino; cuando piensa en la vocación se siente feliz, se llena de entusiasmo y está pronto a cualquier lucha o sacrificio con tal de llegar a ser religioso, salvador de almas. Tendrán tentaciones, momentos de duda y de desaliento, pero él comprenderá que son tentaciones que pasarán pronto para dejar tras sí nuevamente la calma, la luz y la plena seguridad.

3) Tiempo de calma. Decisión fundada sobre el raciocinio. Son aquellos que no se sienten movidos sensiblemente por la gracia, sino que se hallan en un estado de tranquilidad absoluta.  Estos no por eso han de creer que no tienen vocación, sino que deben también ellos hacer su elección y considerar con la lógica para qué han sido creados, cuál es el fin de su vida en la tierra, qué camino es el más a propósito para ellos para alcanzar mejor, con más facilidad y con mayor seguridad su último fin.

¿CÓMO COMPORTARNOS CUANDO SE NOS HABLA DE VOCACION POR PRIMERA VEZ?

 Es necesario antes que nada animar a la persona, pero no hemos de contentarnos con palabras bonitas de alabanza; han de seguirse después las instrucciones serias y sólidas del significado de la vocación y de la manera de ver si realmente Dios llama o no. Animar con seriedad, dando una idea clara de lo que es la vocación, de las consolaciones y sacrificios que lleva consigo y explicando al joven cómo se puede llegar a ver si tiene o no vocación verdadera.

No todo de una vez. Demos tiempo a la gracia de penetrar y saturar el terreno. Más adelante hablaremos de las señales de la vocación y luego del modo cómo se hace la elección. Y mientras, que pida y ore mucho.

Oración por las vocaciones, S. Juan Pablo II

espiritusanto40horas

Espíritu de Amor eterno,
que procedes del Padre y del Hijo,
te damos gracias por todas las vocaciones
de apóstoles y santos que han fecundado la Iglesia.
Continúa, todavía, te rogamos, esta tu obra.
Acuérdate de cuando, en Pentecostés,
descendiste sobre los Apóstoles reunidos en oración
con María, la madre de Jesús,
y mira a tu Iglesia que tiene hoy
una particular necesidad de sacerdotes santos,
de testigos fieles y autorizados de tu gracia;
tiene necesidad de consagrados y consagradas,
que manifiesten el gozo de quien vive sólo para el Padre,
de quien hace propia la misión y el ofrecimiento de Cristo,
de quien construye con la caridad el mundo nuevo.
Espíritu Santo, perenne Manantial de gozo y de paz,
eres tú quien abre el corazón y la mente a la divina llamada;
eres tú quien hace eficaz cada impulso
al bien, a la verdad, a la caridad.
Tus ‘gemidos inenarrables’
suben al Padre desde el corazón de la Iglesia,
que sufre y lucha por el Evangelio.
Abre los corazones y las mentes de los jóvenes,
para que una nueva floración de santas vocaciones
manifieste la constancia de tu amor,
y todos puedan conocer a Cristo,
luz verdadera del mundo,
para ofrecer a cada ser humano
la segura esperanza de la vida eterna. Amén.

San Juan Pablo II

Comentarios cerrados.