
Virgen de Luján, Madre de las vocaciones del Instituto del Verbo Encarnado

Este próximo 8 de mayo la Iglesia en todo el mundo celebrará la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, la cual coincidirá felizmente con la preciosa fiesta de nuestra Madre Santísima, la Virgen de Luján y con el 5° aniversario de nuestra ofrenda de la Rosa de Oro “en testimonio perpetuo de nuestro amor y agradecimiento por las vocaciones que Ella envía a nuestra Familia Religiosa… y como voto de confianza por las muchas que por su intercesión esperamos concebir”[1]. ¡Cuánto tenemos para agradecerle a la Virgen!
Desde el último Capítulo General (julio 2016) hasta el presente nuestro pequeño Instituto ha dado a la Iglesia ¡103 sacerdotes! para la mayor gloria de Dios. Esa es una gracia muy grande para el Instituto. Solo para dimensionar la bendición que eso significa pensemos que hay diócesis muy importantes que no han tenido o han tenido muy escasas ordenaciones sacerdotales en los últimos 10 o 20 años, lo mismo ocurre desafortunadamente con congregaciones religiosas de gran prestigio y tradición.
Por otra parte, hoy en día contamos con 503 vocaciones en formación[2] de las cuales solo el 16% son vocaciones argentinas y el 84% provienen de otros países[3], lo cual habla de la fecundidad con que Dios se ha complacido en coronar los esfuerzos de evangelización de nuestros misioneros a lo largo y ancho de este mundo a fin de que el mensaje de Cristo pueda llegar de forma más eficaz al corazón de cada una de sus culturas.
Asimismo, consideramos que no es un detalle menor que la Virgen de Luján haya enviado al Instituto vocaciones provenientes de una misma familia. Ya que los lazos familiares dobles –por la sangre y por el espíritu– no sólo contribuyen a la unidad y cohesión del Instituto, sino que son un importante testimonio apostólico para las demás familias y, a decir verdad, para los demás cristianos.
Por eso de cara a celebrar el próximo 8 de mayo la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones dentro del marco de la Solemnidad de la Purísima Concepcion de Luján, quisiéramos tratar en estas líneas acerca del compromiso prioritario de cada miembro del Instituto en promover las vocaciones y acerca de uno de los medios de promoción de las vocaciones que es justamente “la pastoral familiar que es de por sí vocacional”[4].
El escrito está dividido en 3 partes:
1. Compromiso prioritario
2. La pastoral familiar es de por sí vocacional
3. Madre del Señor y nuestra
Para leerla completa clique aquí. Ahora solamente destacaremos una parte del texto.
¿Y cómo se promueven las vocaciones sacerdotales y religiosas?

Sabemos muy bien que en la base de toda pastoral vocacional, como enseñó Nuestro Señor Jesucristo, se encuentra la oración auténtica y perseverante pidiendo más obreros para la mies[5]; no obstante, explícitamente el derecho propio nos señala un medio necesario y consecuente: “mediante el testimonio fiel y alegre de vida consagrada”[5]. Es lo que San Pablo expresa diciendo: Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados[7]. “La conducta que responde a la vocación”, dice San Juan Pablo II, “hace brotar nuevas vocaciones. Esta conducta coherente constituye como la base permanente de la oración; la prepara, y la oración es como su desarrollo; recíprocamente, la oración reclama de continuo un comportamiento tal”[8]. Por eso, antes que los cientos de proyectos que podemos realizar en vistas a la pastoral vocacional, el primero, junto con la oración, es el del testimonio sacerdotal y religioso. No podemos desconocer que nuestra vida es presencia siempre significativa al lado de los jóvenes: alienta o desalienta, suscita el deseo de Dios o constituye un obstáculo para seguirlo. Por eso el testimonio coherente y gozoso representa la primera propuesta vocacional al alcance de la mano de cualquiera de nuestros miembros.
Si realmente damos un testimonio gozoso de servir a Cristo “realizando con competencia y generosidad los apostolados propios”[9], si somos capaces de irradiar esperanza a causa de la fe que anida en nuestro pecho a pesar de todo el cansancio de la lucha, si de verdad nos entregamos a las almas sin faltar a la oración, ¿cómo dudar que han de surgir vocaciones a nuestro alrededor? Las vocaciones que Dios nos ha enviado a través de la Virgen de Luján provenientes de países de minoría cristiana como Tayikistán, la Franja de Gaza, Egipto; o de lugares donde la presencia del Instituto es escasa como en Papúa Nueva Guinea, o nula como en Sri Lanka, la India, Guatemala, Eslovaquia, etc., prueban que la oración unida al testimonio de vida coherente siempre da frutos en donde Dios quiere y como Dios quiere.
No obstante ninguno de nosotros ignora, por pocos años de vida religiosa que tenga, que faltan misioneros en la periferia de las grandes ciudades, en las zonas rurales, entre los habitantes de las zonas de alta montaña y en las inmensidades de la selva. Faltan sacerdotes que se dediquen a los jóvenes, a las familias, a los ancianos y enfermos, a los obreros, a los intelectuales, a los profesionales y a los ignorantes, a los artistas, a los ricos y a los pobres, a los de nuestra patria y a los inmigrantes… Es nuestra experiencia que urge un mayor número de sacerdotes y religiosos en las parroquias, en los grupos parroquiales, en las escuelas y universidades, en las fábricas, y en tantos otros campos… hasta podemos decir “que los confines de la tierra, a los que debe llegar el Evangelio, se alejan cada vez más”[10].
Esta falta de obreros para la mies constituía ya en los tiempos evangélicos un desafío para Jesús mismo. Su ejemplo nos permite comprender que el número demasiado escaso de consagrados es una situación inherente a la condición de la Iglesia y del mundo, y no sólo un hecho accidental debido a las circunstancias actuales. Sin embargo, el Verbo Encarnado, compadecido de las multitudes les brindaba su enseñanza porque los veía que estaban fatigados y decaídos, como ovejas sin pastor[11], pero quería que sus discípulos también participaran de la solución invitándolos ante todo a rezar[12]. También nosotros podemos y debemos influir con la oración en el número de vocaciones.
A veces cuando decimos que hay que rezar por las vocaciones muchas veces creemos que se trata de una intención general, sin embargo, estimamos que sería conveniente que no faltase la oración frecuente y explícita por las vocaciones especialmente para nuestro Instituto. Tampoco es menos importante invitar a otros a rezar –como de hecho ya se hace en varias partes a través del “Proyecto de las 40 horas” o de los “jueves sacerdotales” o del “rosario por las vocaciones”– porque hay que ser conscientes de que las vocaciones, con sus propias fuerzas, no podrán dar el paso y, por este motivo, hay que estimularlas con la oración, acompañarlas y sostenerlas entendiendo que la vocación es un verdadero don que viene del cielo. Desatacamos aquí el rol preponderante que tienen los contemplativos del Instituto ya que de la fidelidad generosa y gozosa a la vida contemplativa depende no en menor grado la abundancia y calidad de las vocaciones sacerdotales, contemplativas, misioneras y a la vida consagrada para el Instituto. Conmueve pensar que nuestro Señor haya querido asociar a las manos juntas de un monje y a su inmolación silenciosa el precioso don de las vocaciones para su Iglesia.
Queridas mamás, sigamos con fervor pidiendo más obreros para la mies y para que los mismos sacerdotes y religiosos responden con fidelidad y generosidad a su vocación y sean despertadores de vocaciones.
[4] Directorio de Vocaciones, 84.
Oración a Jesús, el Buen Pastor, por las vocaciones

Oh Jesús, Buen Pastor, acoge nuestra alabanza y nuestro humilde agradecimiento por todas las vocaciones que, mediante tu Espíritu, regalas continuamente a tu Iglesia. Asiste a los obispos, presbíteros, misioneros y a todas las personas consagradas; haz que den ejemplo de vida auténticamente evangélica. Da fortaleza y perseverancia en su propósito a aquellos que se preparan al sagrado ministerio y a la vida consagrada. Multiplica los evangelizadores para anunciar tu nombre a todas las gentes. Protege a todos los jóvenes de nuestras familias y comunidades: concédeles prontitud y generosidad para seguirte. Vuelve también hoy tu mirada sobre ellos y llámalos. Concede a todos los llamados la fuerza de abandonar todo para elegirte sólo a Ti que eres el amor. Perdona la no correspondencia y las infidelidades de aquellos que has escogido.
Escucha, oh Cristo, nuestras preces por intercesión de María Santísima, Madre tuya y Reina de los Apóstoles. Ella, que por haber creído y respondido generosamente, es la causa de nuestra alegría, acompañe con su presencia y su ejemplo a aquellos que llamas al servicio total de tu reino. Amén.
Diálogo Eucarístico Sacerdotal

Jesucristo sacerdote y el sacerdote ministerial
¿Desde cuándo hay sacerdotes sobre la tierra?
Desde que el hombre es hombre, hay sacerdotes sobre la tierra, al menos en su función fundamental que es ser mediador entre Dios y los hombres, especialmente para realizar el sacrificio, que es lo que une a los hombre con Dios.
¿Qué es ser sacerdote?
Sacerdote es aquel que: «tomado de entre los hombres, en favor de los hombres es instituido para las cosas que miran a Dios» (Heb 5, 1). El sacerdote es un puente de doble dirección: une a Dios con los hombres y une a los hombres con Dios. “Pontífice” quiere decir que construye puentes, por eso se dice que el sacerdote es Pontífice, porque une las dos orillas del Creador y la criatura.
¿Cuál es la función principal del sacerdote?
El sacerdote es consagrado: «para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados» (Heb 5, 1). De ahí que la actividad principal del sacerdote sea ofrecer el sacrificio. Sin sacerdote no hay sacrificio, y sin sacrificio no hay sacerdote. Por eso, propiamente hablando, ni los judíos, ni los mahometanos, ni la mayoría de los protestantes tienen sacerdotes, porque no tienen sacrificio. Sólo tienen maestros, pero no sacerdotes.
¿Por qué es elegido de entre los hombres?
Es elegido de entre los hombres para que tenga compasión de los hombres y no se espante de las miserias humanas: «para que pueda compadecerse de los ignorantes y extraviados, por cuanto él también está rodeado de flaqueza, y a causa de su flaqueza debe por sí mismo ofrecer sacrificios por sus propios pecados, igual que por los del pueblo» (Heb 5, 2-3). Si los ángeles fuesen sacerdotes no podrían compadecerse de los hombres.
¿Cualquiera puede ser sacerdote?
No, no cualquiera puede ser sacerdote. El sacerdote debe ser llamado por Dios: «ninguno se toma por sí este honor sino el que es llamado por Dios, como Aarón» (Heb 5, 4). Por eso siempre debemos rezar pidiendo por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, como nos enseñó el mismo Jesús: «La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 37-38).
¿Quién es el Sumo, Eterno y Único Sacerdote?
Jesucristo, nuestro Señor, es el Sumo, Eterno y Único Sacerdote, porque une en su divina Persona, la segunda de la Santísima Trinidad, la naturaleza divina y la naturaleza humana, uniendo en sí mismo a Dios y al hombre, al hombre y a Dios. De este modo une perfectamente a Dios con los hombres y a los hombres con Dios.
Letanías de Jesucristo Sacerdote y Víctima
¿Cuales son las características de Jesucristo-Sacerdote?
Las principales características de Jesucristo, Sumo Sacerdote, son:
– Es hombre como nosotros;
– Es llamado por Dios con juramento a las funciones sacerdotales;
– Es consagrado con la plenitud de la unción de la divinidad misma;
– Es sacerdote santo;
– Es sacerdote inmortal;
– Es único en la historia del sacerdocio.
1°- Hombre
¿Por qué la primera condición para ser sacerdote es que sea hombre?
Porque debe ser mediador. No debe ser más que hombre, ni menos que hombre. Debe ser miembro del pueblo que representa, para poder ser intermediario -mediador- entre Dios y el pueblo. Dios no es sacerdote: «No hay mediador de uno solo, y Dios es único» (Gal 3, 20). El Hijo de Dios, el Verbo, se hace hombre para ser sacerdote. El fin de la Encarnación es la redención, que Cristo realiza por el sacrificio de la cruz.
¿Es en todo igual a nosotros, menos en el pecado?
Así es: «Por eso tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, para ser misericordioso y Sumo Sacerdote fiel en lo que toca a Dios, en orden a expiar los pecados del pueblo. Pues, habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados» (Heb 2, 17-18). «Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado» (Heb 4, 15). Por eso debemos tenerle a Jesucristo una confianza absoluta y total: «Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna» (Heb 4, 16). ¡Es nuestro sacerdote!
¿Dónde fue hecho sacerdote?
Dice San Buenaventura: «En las mismas entrañas de la Virgen revistió los ornamentos sacerdotales para ser nuestro Pontífice».
2°- Llamado
¿Cómo sabemos que fue llamado?
Porque nos lo revela la Sagrada Escritura: «Tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: ‘Hijo mío eres tú; yo te engendrado hoy’. Como también dice en otro lugar: ‘Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec’» (Heb 5, 5-6). Fue «declarado por Dios Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec» (id.10).
¿Por qué Dios se reserva el derecho de elegir a quienes han de tratar las cosas divinas?
Porque se trata de desempeñar funciones sagradas, especialísimas, únicas entre todas las funciones sociales. Si hubiese alguien que ejerciera por su capricho las funciones sacerdotales, no perseveraría en el sacerdocio mucho tiempo. Si alguien sin ser llamado se atribuyera a sí mismo la investidura sacerdotal, sería un intruso y un usurpador. El sacerdote por ser mediador entre el cielo y la tierra, debe ser grato en especial al cielo. Por eso Dios se reserva el derecho de elegirlo.
3º – Consagrado
Para ser sacerdote, además de ser hombre y ser llamado por Dios, ¿qué otra cosa se requiere?
Se requiere ser consagrado sacerdote. Como hemos dicho, Jesucristo fue consagrado sacerdote en el seno de la Virgen, porque allí se unió hipostáticamente, es decir, personalmente, la naturaleza humana con la persona del Verbo. Allí la humanidad de Cristo fue ungida por Dios con la divinidad del Verbo. El Verbo es el Crisma sustancial, porque es sustancialmente Dios. Al tocar el Verbo la humanidad de Cristo, lo consagra y unge como Sacerdote Único, Sustancial y Total, porque es el único hombre que se ha puesto en contacto personal con Dios que íntima y totalmente invadió su alma y cuerpo, haciéndolo Sacerdote esencial desde el mismo instante de la Encarnación.
¿Qué es la consagración sacerdotal?
La consagración es la participación específica en el Sacerdocio de Cristo, por la que se da la destinación oficial y pública que capacita al sacerdote para ejercer su oficio sacerdotal.
Letanías de Jesucristo Sacerdote y Víctima
4º – Santo
La santidad, ¿es otra de las cualidades del sacerdocio de Jesucristo?
Así es. La santidad adorna de manera esencial a Cristo Sacerdote: «Así es el Sumo Sacerdote que nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos» (Heb 7, 26).
Santo, como ya lo había anunciado el Ángel Gabriel a la Virgen María: «…el Hijo engendrado será Santo… « (Lc 1, 35).
Inocente, que podrá decir a sus enemigos: «¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?» (Jn 8, 46).
Inmaculado, libre de pecado original y personal, incontaminado: «que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo…» (Heb 7, 27).
5º – Inmortal
¿Por qué nunca morirá Jesús Sacerdote?
Nunca jamás morirá Jesús Sacerdote porque es inmortal, porque su sacerdocio es eterno. Todos los sacerdotes, de todas las jerarquías y de todas las religiones, han tenido que renovarse sin cesar. Jesucristo no, porque no muere. Murió una vez para consumar el sacrificio en la cruz, y, luego de la resurrección, por medio de sus sacerdotes, sigue ofreciendo el mismo sacrificio. El sacerdocio instituido por ley humana es mortal; el instituido por ley divina es inmortal; Cristo es Sacerdote de esta segunda manera: «no por ley de prescripción carnal, sino según la fuerza de una vida indestructible» (Heb 7, 16). Jesucristo, «resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre Él» (Rom 6, 9), y «tiene un sacerdocio perpetuo, porque permanece para siempre» (Heb 7, 24).
6º – Único
¿Por qué Jesucristo es Sacerdote Único?
Porque es sacerdote «a semejanza de Melquisedec» (Heb 7, 15). En otra parte el Padre le dice: «Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec» (Heb 5, 6). Es decir, que como aquel Rey de Salem, Jesucristo es Rey y Sacerdote al mismo tiempo. Como aquel no tiene genealogía, porque no tiene padre según la genealogía humana, ni madre según la genealogía divina: «Sin padre, sin madre, sin genealogía de sus días ni fin de su vida, se asemeja en eso al Hijo de Dios, que es Sacerdote para siempre» (Heb 7, 3). Como aquel es Rey de justicia, porque es Dios y como Sacerdote vino a establecer la justicia entre Dios y los hombres, pagando de justicia lo que debíamos al Padre Eterno. Como aquel ofreció pan y vino en la Última Cena, y lo sigue ofreciendo en cada Misa.
Si es único, ¿su sacerdocio es nuevo?
Jesucristo es un Sacerdote nuevo porque sustituye (suprime) el sacerdocio del Antiguo Testamento, pero no lo sucede, es decir, no ocupa su lugar; más aún no sólo no lo sucede, sino que lo interrumpe, y aún más, abroga -da por abolido- el sacerdocio levítico.
¿Qué otras cosas hace nuevas Jesucristo por su Sacerdocio?
Así como es nuevo el Sacerdote, nuevo es el Sacrificio, nueva la Alianza que se sella con la nueva Sangre, nueva la reconciliación y la redención, que ya no son una simple figura, sino una realidad esplendorosa que nadie, nunca jamás, podrá destruir. Como dice San Ireneo, Jesucristo «al darse a sí mismo, a dado novedad a todas las cosas».
Si el Sacerdocio de Jesús es único, ¿por qué hay sacerdotes en el Nuevo Testamento?
Los sacerdotes del Nuevo Testamento no sustituyen a Jesucristo, ni lo suceden, ni multiplican su sacerdocio, sino que son sus representantes. Es decir, hacen presente a Cristo porque obran in persona Christi. Nadie hay en la Iglesia que sea sucesor de Cristo, porque es imposible sucederlo y, además, innecesario, ya que su Sacerdocio es eterno, «vivo» (Heb 7, 25), «sin interrupción» (Heb 7, 3), es decir, sin hendiduras ni cortes, sin fracturas ni grietas. Los sacerdotes del Nuevo Testamento son sucesores de los Apóstoles, pero no de Cristo. Ni siquiera el Papa: él es Sucesor de San Pedro, pero de Cristo es sólo Vicario.
¿Cuáles son las caracteríasticas de los sacerdotes ministeriales del Nuevo Testamento?
Ellos también:
- son sacados de entre los hombres;
- son llamados por Dios para representar a los hombres en sus relaciones con Dios;
- son consagrados y ungidos con el santo crisma;
- deben ser santos según la ley de su vocación;
- tienen carácter sacerdotal que es de alguna manera inmortal, porque es imborrable;
- son también a la manera de Melquisedec, al ser una prolongación de la persona y del sacerdocio de Jesucristo, al ser sus representantes sobre la tierra y al obrar en persona de Cristo. Son como la pupila de los ojos de Dios, o sea, a quienes les tiene máximo cariño: «…el que os toca a vosotros, toca a la niña de mis ojos» (Zac 2, 8).
¿Sólo en la Misa se prolonga el Sacerdocio de Cristo?
El Sacerdocio de Cristo no sólo se prolonga en la Misa sino en toda la liturgia, que es «el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo». De tal modo que, cuando alguien bautiza, confirma, celebra la Eucaristía, confiesa, unge los enfermos, ordena, casa, es Cristo quien bautiza, confirma, celebra la Eucaristía, confiesa, unge los enfermos, ordena, casa.
¿Cuál es la relación entre el sacerdocio y la Eucaristía?
El sacerdocio ha nacido de la Eucaristía. Lo que decimos de toda la Iglesia, es decir, que vive de la Eucaristía, podemos afirmarlo también del Sacerdocio ministerial: éste tiene su origen, vive, actúa y da frutos «de Eucharistia». «No hay Eucaristía sin sacerdocio, como no existe sacerdocio sin Eucaristía».
El ministerio ordenado, que nunca puede reducirse al aspecto funcional, pues afecta al ámbito del «ser», faculta al presbítero para actuar «in persona Christi» y culmina en el momento en que consagra el pan y el vino, repitiendo los gestos y las palabras de Jesús en la Última Cena.
Ante esa realidad extraordinaria permanecemos atónitos y aturdidos: ¡Con cuánta condescendencia humilde ha querido Dios unirse al hombre! Si estamos conmovidos ante el pesebre contemplando la encarnación del Verbo, ¿qué podemos sentir ante el altar, donde Cristo hace presente en el tiempo su Sacrificio mediante las pobres manos del sacerdote? No queda sino arrodillarse y adorar en silencio este gran misterio de la fe.
«Mysterium fidei», proclama el sacerdote después de la consagración. Misterio de la fe es la Eucaristía, pero que, como consecuencia, concierne también al Sacerdocio. El misterio de santificación y amor, obra del Espíritu Santo, por el cual el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, actúa también en la persona del ministro en el momento de la ordenación sacerdotal. Hay, pues, una reciprocidad específica entre la Eucaristía y el Sacerdocio, que se remonta hasta el Cenáculo: se trata de dos Sacramentos nacidos juntos y que están indisolublemente unidos hasta el fin del mundo.
Concepción Cabrera de Armida – modelo de esposa y de madre

La Venerable Concepción Cabrera de Armida nació en San Luís Potosí, México (1862) y murió en México D.F. (1937). Fue esposa de Francisco de Armida (1884-1901) de quien tuvo 9 hijos.
Fue modelo de esposa y de madre. Es conocida popularmente con el nombre de “Conchita”.
En los Ejercicios Espirituales que practicó en 1889, recibió una fuerte inspiración que la marcó para toda la vida: “Tu misión es salvar almas”. Fundó y suscitó las “Obras de la Cruz”: “Apostolado de la Cruz” (1895), “Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús” (1897), “Alianza de Amor con el Corazón de Jesús” (1909), “Fraternidad de Cristo Sacerdote” (1912), etc. En 1914 cooperó, con el Venerable P. Félix Rougier, en la fundación de los Misioneros del Espíritu Santo.
Madre espiritual de las almas, especialmente de los sacerdotes
Concepción Cabrera de Armida, guiada por el Señor, fue tomando conciencia progresiva de ser madre de las almas y, de modo especial, madre espiritual de los sacerdotes. Estos grandes deseos, suscitados en su corazón por el Señor, se convertían en una vida de sintonía esponsal con Él, compartiendo su misma oblación sacerdotal.
Su maternidad espiritual se orientó inicialmente hacia la salvación y santificación de todos los redimidos, como se lo había indicado el Señor: «Tú me darás muchas almas” «tú salvarás muchas almas», «miles de almas pasarán por tus manos para ofrecérmelas» «muchas almas se aprovecharán de los favores que te he hecho» «ama tú a las almas como yo las amo»
Conchita no está centrada en sí misma, sino en el bien de los demás, a imitación del amor de Cristo. El amor a las almas se fue concretando en el deseo de santificación de los sacerdotes: «Tú estás destinada a la santificación de las almas, muy especialmente, a la de los sacerdotes”.
Por esto, en el corazón de Conchita deberá reflejarse la ternura materna que Cristo encontró en María: «Pues esa ternura materna, derivada de la de María, vengo a buscar en tu corazón de Madre, y en el corazón de los tuyos» De ahí derivará para Conchita la necesidad de imitar a María en su fidelidad generosa y en su inmolación con Cristo: «Madre mía, Virgen santa, dame tu Corazón y tus latidos para saber amar a Jesús»
La vida de Conchita está consagrada a la santificación de los sacerdotes, como consecuencia de compartir las vivencias y amores de Cristo Sacerdote. Este fue el encargo que recibió del Señor: «por tu conducto, muchos sacerdotes se incendiarán en el amor, y en el dolor «. “Te he pedido muchas veces que te sacrifiques por ellos, que los recibas como tuyos, por el reflejo de María en ti».
Peculiaridades de esta maternidad espiritual de Conchita respecto a los sacerdotes
La vida espiritual de Conchita es toda sacerdotal. Ella vive de los amores de Cristo Sacerdote o de su Corazón. Es el mismo Señor quien le contagia del amor a los sacerdotes, explicándole, al mismo tiempo, la razón de ser del sacerdote ministro, su proceso de transformación en Cristo y sus exigencias de santidad. Su «destino» es, pues, convertirse en víctima por la santificación de los sacerdotes. Es una especie de maternidad espiritual, a imitación de la maternidad de María. Por esto siente deseos de que todos los sacerdotes ardan en celo apostólico.
Ella fue tomando conciencia de su maternidad espiritual respecto a los sacerdotes, guiada por las indicaciones del Señor: “Tú serás una madre espiritual oculta… Tu misión es toda de cruz y toda escondida.».
Objetivo principal: la santificación de los sacerdotes
Ésa es la intención subrayada por el Señor: “Necesito Sacerdotes santos, que, en manos del Espíritu Santo, serán la gran palanca que levante al mundo materializado y sensual. Anda, hija, ayúdame a que se cumpla mi deseo. Una Cruzada se necesita para salvar a los malos Sacerdotes, hay que santificarlos, activando su celo y encendiendo en ellos el divino amor.”
“¿No ves que deben ser un reflejo de mi Padre, una imitación perfecta Mía, otros Jesús? Insisto e insistiré en este punto capital de tu misión en la tierra: los sacerdotes”.
La consagración de Conchita para esta maternidad, amor a los sacerdotes unido a la oblación de Cristo
La respuesta oblativa de Conchita será continua y perdurable: “Todo lo he ofrecido, en unión de mi divino y amadísimo Verbo, por los sacerdotes tan queridos del Corazón divino. Soy de ellos, soy su leña y hasta el último dolor y aliento de mi existencia, lo ofrendaré en su favor. ¡Oh sublime misión de dolor y de amor que no merezco! Gracias, ¡Dios mío!, y en todos los sacerdotes te veré a Ti, Sumo y primer Sacerdote a quien tanto quiero amar”, siento que no me conformo en hacer la lucha de santificarme yo, sino que anhelo dar a Jesús y por Él y con Él, en un mismo sacrificio santificar a lo que Él más ama, a sus sacerdotes queridos en todas sus jerarquías, a la Iglesia en peso”.